De todas las virtudes, la gratitud es la reina de todas. Dando gracias a Dios es la más preciosa virtud y es la madre de todo lo que es bueno. Eso es porque “Todo lo bueno y perfecto viene de lo alto” (Santiago 1:17) y apreciar esto es la forma en que participamos en las bendiciones de Dios para nosotros y los demás.

La investigación muestra que las personas agradecidas son más saludables, más felices y tienen más amigos. La mayoría de nosotros sabemos esto, pero somos propensos a permitir que nuestro agradecimiento sea superado por cosas como la preocupación, el aburrimiento con la presión mundana tiempo, la gente negativa o dolor.

Cómo crecer en gratitud

El gran apóstol nos exhorta: “Estén siempre alegres; oren sin cesar, dar gracias en todo “(1 Tesalonicenses 5: 16-18). ¿Cómo hacemos esto? Al mantener nuestra mente en la bondad y la belleza de Dios. ¿Cómo lo hacemos? Al cultivar un hábito corazón de agradecimiento. ¿Cómo lo hacemos? Al obtener la palabra de Dios incrustado en nuestro cuerpo. (Lea la explicación de William Law de desarrollar el hábito de la gratitud en “El agradecimiento:. El camino de la santidad y la felicidad”)

Una forma que yo lo hago es con oraciones de gratitud con mi cuerpo una y otra vez tantas veces que lo llego a ser inconscientemente. Con la oración: “Gracias Señor.” (Jesús oró esta oración al Padre en Mateo 11:25.)

Puse mi cuerpo en esta oración utilizando un sencillo ritmo de oración de aliento, inhalando “Gracias” y exhalando “Señor”, entreno mi cuerpo para utilizar mi respiración como una oración: Inhalando para recibir de Dios y exhalando para presentarme a mi Señor. El agradecimiento a Dios y la sumisión a su voluntad son las dos primeras oraciones de la Oración del Padre nuestro.

Luego repetí esta oración innumerables veces por períodos intensivos durante muchos meses. (Tenemos que entrenarnos para crecer en la piedad, 1 Timoteo 4:7) En particular lo hacía mientras corro largas distancias, cuando me cansaba. Con el tiempo, sucedió que, incluso cuando yo no tenía la intención consciente de hacerlo, a menudo me encontraba haciendo una pausa para respirar, “Gracias… Señor.”

¡Qué bendición que ha sido! Es tan sólo tres sílabas. Sólo un aliento. Sólo una sonrisa a Dios. ¡Pero da un levantón a mi espíritu! Pruébelo y vea por usted mismo.

Gracias Señor Jesucristo. Eres maravilloso para nosotros. Eres fiel y tu amor perdura para siempre. Tu Espíritu nos levanta como el águila se levanta por las corrientes de viento. Enséñanos Señor a agradecerte todo el tiempo, no sólo en el día de Acción de Gracias, no sólo cuando los tiempos son buenos, pero incluso en los momentos difíciles. Amén.

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