Caí en una depresión cuando yo era un estudiante de primer año en la universidad. Estaba abatido y sin esperanza como un estudiante de pre medicina. Perseguía una fantasía de ser un doctor en medicina y de que mi estuviese familia orgullosa de mí. ¡Pero odiaba la biología y la química! ¡Me sentía mal del estómago cuando diseccioné una rana! Me daba miedo tratar problemas médicos de la gente, sin embargo y con mucha pena continúe de clase a clase y me dormía tarde en la noche estudiando los libros de texto que me aburrían hasta la muerte.

En el invierno de mi primer año me desperté con frío en mi alma y clamé a Dios por ayuda. ¿Qué tengo que hacer?

Necesitaba el permiso de seguir el deseo de mi corazón a estudiar psicología y aprender cómo ayudar a la gente a sanar y crecer personal y espiritualmente. Pero no había muchos cristianos que fueran psicólogos en 1985. La mayoría de la gente pensaba que era un poco raro. Y tenía miedo de decepcionar a mi familia, especialmente mi padre y abuelo, que eran tan orgullosos de mí y les dijo a todos: “¡Bill va a ser un médico!”

Ore y ore, como luché conmigo mismo. Yo no sabía qué hacer. Me sentía tan atrapado y tan muerto en mi alma. Estaba tan desesperado por escuchar a Dios.

¡Estaba deprimido hasta que la Palabra de Dios me dio esperanza!

Finalmente, como último recurso y no saber qué más hacer, jugué a la “ruleta Bíblica”. ¡Escogí mi Biblia, cerré los ojos y ore a Dios para que me hablara de cualquier página de mi Biblia abierta! Estas son las primeras palabras que leí:

¡Vengan a las aguas todos los que tengan sed! ¡Vengan a comprar y a comer los que no tengan dinero! Vengan, compren vino y leche sin pago alguno. ¿Por qué gastan dinero en lo que no es pan, y su salario en lo que no satisface? Escúchenme bien, y comerán lo que es bueno, y se deleitarán con manjares deliciosos. Presten atención y vengan a mí, escúchenme y vivirán. Haré con ustedes un pacto eterno, conforme a mi constante amor por David.

Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo, y no vuelven allá sin regar antes la tierra y hacerla fecundar y germinar para que dé semilla al que siembra y pan al que come, así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos. (Isaías 55:1-3, 10-11 NVI)

¡Estas palabras me dieron tanta esperanza! Los leo una y otra vez. Yo creo que Dios en su gracia me conoció en mi desesperación y contestó mi fe inmadura, proporcionando la orientación que necesitaba de Isaías.

¡Estaba tan sediento de agua viva! Estaba tan cansado de trabajar y gastar dinero en lo que no satisfizo a mi alma. Por primera vez me di cuenta de que no era sólo mi deseo de estudiar psicología, pero también era el llamado de Dios en mi vida. ¡Y ahora era el momento para mí escuchar a Dios! Ahora era el momento para mí de atender su llamado sin importar la reacción de mi familia por mí decisión de abandonar la pre-medicina. (¡Ellos vinieron a aceptaron y apoyar mi decisión!)

Este fue un verdadero punto de cambio en mi vida. Doy gracias a Dios que después de meses de cada vez más y más deprimido porque ignoraba mis sentimientos de tristeza y el vacío en mis clases de pre-medicina me armé de valor de parte del Señor por medio de Isaías y bajé de la cinta de pre-medicina. Dejé de tratar de obligarme a encajar en el molde de un médico en formación y me dirigí a una nueva aventura con el Señor.

¿Cómo responde usted a la tristeza?

Mucha gente que hablo como psicólogo y director espiritual han cometido el mismo error que hice en su primer año en la universidad: ellos no se ayudan con su tristeza y finalmente se deprimen.

La depresión puede absorbe su vida sin importar que tan comprometido esta con Cristo. Tal vez sabes cómo se siente…

– Tener su mente llena de pensamientos auto-condenando

– O no querer levantarse de la cama en la mañana para enfrentar el día

– O sentirse tan solo que su piel grita por un toque de ternura

– O sentirse tan desesperado que desea poder morir

Para evitar la depresión u obtener ayuda si está en un pozo lo que necesita para ponerse en contacto con su tristeza y compartir con una persona compasiva. (El manejo de la ira también es importante, pero eso es para otro artículo.) ¡Nosotros no queremos sentir tristes y ahí comienza el problema que puede convertirse en depresión!

Aprendemos mucho acerca de nosotros mismos sobre la base de cómo respondemos a las situaciones que nos decepcionan o nos estresan. Las peor cosa que podemos hacer cuando estamos tristes o desilusionados son las mismas cosas que muchos de nosotros somos propensos a hacer: sentirse frustrado con nosotros mismos o alguien más, aislarnos, comer más galletas, verter un vaso de vino, trabajar más, estar muy ocupado o fingir una sonrisa y actuar como si todo está bien.

La fe honesta del salmista nos conduce a la libertad

Con la ayuda de Isaías y el Salmista, junto con la empatía y las oraciones de mi madre fui capaz de admitir lo triste y vacío que me sentía como un estudiante de pre medicina y mi necesidad de salir de mi depresión.

Antes de esta crisis había estado aprendiendo de las forma del salmista. Particularmente en los Salmos de Lamentación (los tristes Salmos, que son el tipo más común de Salmos en la Biblia) el salmista me mostró cómo dejar de negar mi emoción y en su lugar clamar a Dios en oración y poner mi confianza en su misericordia. David y los otros maestros de oración de los Salmos me mostraron una fe sincera en Dios.

Fe sincera. Es lo que Dios premia, pero es raro en nuestro mundo. Pocas personas parecen ser fuertes en ambos lados: ser auténtico y con auto-revelación y la confianza en lo positivo de una mentalidad en la bondad de Dios. Pero escucha las oraciones del salmista que habla con Dios como si fuera un terapeuta (¡y si que lo es!): Llora y todavía espera, se queja y todavía da gracias, desahoga la ira y sin embargo se somete a Dios, lucha con todo lo que está mal en su mundo visible y también aprende a ver y confiar en la realidad oculta del Reino de Dios en su realidad.

Estoy agradecido de que el camino que Dios tenía para mí en su Reino me llevó a convertirse en un psicólogo y aplicar mi formación para ayudar a otras personas, especialmente a los líderes del ministerio, para crecer en su formación espiritual en Cristo.

Que el Señor nos ayude a vivir con una fe sincera que verbaliza las heridas que experimentamos en nuestras circunstancias y poner nuestra confianza en la bondad de Cristo y de su maravilloso reino de los cielos que ya está en medio de nosotros.

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