Estaba acostado en la mesa de operaciones a punto de recibir la anestesia antes de la cirugía. La enfermera me puso la inyección en el brazo izquierdo y tocó un nervio. ¡Grité de dolor!

La cirugía fue un éxito, ¡el tumor fue extirpado y ya no había cáncer! Pero cuatro días más tarde me sentí como el hombre con la mano seca que se arrodilló delante de Jesús en la sinagoga (Marcos 3:1-5).

Kristi y yo y muchos miembros de la familia y amigos oraron. Oramos para estar a salvo de un dolor innecesario, pero el dolor continuó.

Así que todos comenzamos a orar para que Dios regenerase el nervio dañado. Un amigo y pastor vino a nuestra casa a ungir mi mano con aceite y a orar por la sanidad. Extendí mi mano marchita a Cristo para que la sanara…

Entonces ayer, sin pensar, traté recoger con mi mano izquierda una bolsa y lloré de dolor ¡era insoportable! ¡Me sentí como si me hubieran electrocutado! Yo aún no estoy curado.

Cuando los temores nos atacan

Los temores comenzaron a agredirme como una jauría de perros salvajes, despiadados.

¿Y si tu mano no se cura? ¿Cómo va a funcionar? ¿Qué pasa si nunca puede recuperarse? (Nunca he dejado más de una semana sin hacer ejercicio) ¿Qué pasa si no puedo escribir más? ¡Estoy laboriosamente escribiendo con una mano ahora! ¿Si Dios te ama, entonces por qué no contesta tus oraciones? Él te ha abandonado.

A continuación, el peor temor… Dios te ha dejado. Tú estas solo, sin Su amor.

Es tentador ver a Dios en las oscuras sombras de malas circunstancias. Sin quererlo, escuchamos mentiras y las acusaciones de Satanás.

Aclarando Nuestra Imagen de Dios

Estoy eligiendo para ver mis circunstancias a la luz de Dios…

Gracias Señor por una cirugía exitosa. Gracias por 52 años de la salud. ¡Gracias que de las 90.000 millas de caminos de sensaciones de nervios de mi cuerpo casi todas están funcionando perfectamente!

Gracias por las muchas personas que se preocupan por mí, especialmente Kristi que me está sirviendo continuamente. Gracias porque me amas perfectamente ¡siempre!

Jesús, te doy gracias por tu cruz. Gracias por la sanidad del pecado y  reconciliarme a Dios. Gracias por derrotar al diablo.

Y gracias mi Salvador precioso y soberano Señor por la dulce comunión de conectarme con tus sufrimientos y mostrarme que Dios no me ha dejado solo. Con amor por nosotros tomaste los clavos que azotaron los nervios de las manos y los pies. Gritaste de dolor: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Y todavía tienes confianza en Dios como tu querido Padre Abba.

Amigos, en nuestras pruebas oscuras oremos el lado positivo del Salmo 22 que Jesús también oró (invocó todo el salmo en la cruz):

Porque él no desprecia ni tiene en poco

el sufrimiento del pobre;

no esconde de él su rostro,

sino que lo escucha cuando a él clama. (V 24) NVI

Una nueva expresión

Ahora realmente entiendo el significado de la expresión “¡Eso tocó un nervio!” Lo siento en mi mano. Lo siento en la cruz de Cristo.

Y estoy extendiendo mi mano seca a Jesús, a la espera de mi sanidad, adorando a Dios.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *