En 2006 nuestra familia estaba entusiasmada por que íbamos a ir a Desfile de las Rosas el día de Año Nuevo con unos amigos, pero cuando nos levantamos temprano esa mañana estaba lloviendo y frío, con rachas de vientos de 30 mph. ¡No había llovido en el Desfile de las Rosas en 51 años! ¿Qué hacer cuando llueve en el desfile? ¡Decidimos verlo como una aventura e ir de todos modos! Nunca olvidaré mi experiencia.

Nuestro amigo Casey trabajaba en ese tiempo para la seguranza AAA su trabajo consistía en estacionar una grúa cerca del final de la ruta del desfile para en caso de que un flotador se rompiera. ¡Él nos proporcionó con asientos de primera fila gratuitas dentro de la cabina de su camión grande! Estábamos cómodos y calentitos mientras veíamos el desfile comenzar y escuchábamos la lluvia. Pero la gente que estaba de pie en la calle se estaba helando hasta los huesos por las lluvias torrenciales y ráfagas de viento tan frías.

A medida que el desfile avanzaba sorprendí a todos cuando me volví a mi hijo David de quince años de edad en el momento y exclame: “¡Vamos a salir bajo la lluvia y ver el desfile!”

Al principio fue muy emocionante para nosotros estar cerca de los flotadores llenos de flores, sentir la música de las bandas repercutir en nuestros cuerpos y mirar a los ojos de todos los artistas. ¡Estábamos tan cerca que nos sentimos como si estuviéramos en el desfile! Y aún calientitos por haber estado acurrucados en la camioneta climatizada y nuestros paraguas nos mantenían mayormente seco. Fue un momento de unión entre padre e hijo para nosotros.

Parado solo

Luego nos mojamos más y más, más frío y más frío. ¡Para empeorar las cosas, mi paraguas se deshizo en el viento! ¡Al rato estaba empapado y había un charco dentro de mis zapatos! David había tenido suficiente, al igual que muchos de los otros espectadores y así me quedé de pie solo tiritando bajo la lluvia.

Miré a mi familia y amigos en el acogedor camión. Me hacían señales para unirme a ellos. ¡Me sentí tentado a volver al camión y compartir mi experiencia con ellos agitando mí secos como un perro lanudo!

Miré de nuevo a los anfitriones en las carrozas del desfile y a los estudiantes que marchaban en sus bandas ¡que necesitaban estímulo! Imagínese cómo se sentiría haber pasado meses preparando y anticipando marchar bajo el sol del sur de California en el escenario del mundialmente famoso Desfile de las Rosas sólo para encontrarse ¡empapado en lluvia helada con nadie allí para ver y animarle!

Estábamos ubicados al final de la ruta del desfile a cinco millas y para entonces los marchantes estaban agotados, estaban temblando. Algunos lloraban. Algunos se enfermaron y tuvieron que dejar de marchar. Casi nadie sonreía. ¡El que marchaba al frente con su bastón seguía bajando su bastón resbaladizo. ¡Incluso las flores en las carrozas se caían!

La Bendición de Dios

De repente, la bendición de Moisés vino a mi mente: “Que el Señor te bendiga y te guarde. Que él haga resplandecer su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia. Que él muestre su rostro sobre ti y te conceda la paz” (Números 6:24-26).

Así que empecé a orar la bendición de Dios sobre los que marchaban. Entonces me sentí inspirado a empezar a llover en el desfile con gritos de ánimo a los artistas como “¡Gracias!” “¡Buen trabajo!” “Le apreciamos!” Y “Dios te bendiga!” De vez en cuando alguno me reconocía con una mirada, un saludo o una sonrisa. Pero parecía que no estaba teniendo mucho efecto – ¡a excepción de perder mi voz! Por cada persona al alcance del oído que reconoció mi apoyo con una sonrisa, había más de 50 que al parecer ni siquiera se dio cuenta.

Entonces uno de los directores de la banda escuchó mis palabras de aliento y él me miró, sonrió y dijo: “Gracias por venir!” Más tarde, algunos otros ofrecian apreciación similar. Entonces me di cuenta de que uno de los espectadores que se habían quedado de pie bajo la lluvia, no demasiado lejos de mí me había unido a gritar palabras de agradecimiento a los que seguía desfilando.

¿Qué hacer si llueve en su desfile? A medida que el último camión adornado pasó, miré hacia el cielo para ver no sólo la lluvia, si no también la sonrisa del Señor. Le agradecí que me había bendecido para ser una bendición al amar a mis próximos como él me ama (Marcos 12:30-31). Experimenté la verdad del proverbio: “El que es generoso prospera; el que reanima será reanimado” (11:25 NVI).

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